Los ángeles, al menos en la tradición cristiana, no siempre han sido personas con vestidos ciertamente diáfanos. Con diferentes formas, desde guardianes emplumados a mentes incorpóreas, reflejan ciertos giros y vueltas de miles de año de pensamiento religioso. De hecho, muchos estudiosos han investigado acerca de estos populares seres alados, de tal manera que hoy en día existe muchísima teología interesante sobre los ángeles. Aunque en la actualidad muchas personas siguen confiando en ellos, lo cierto es que, en la antigüedad, mucha gente estaba muy interesada en el tema, especialmente en algunas épocas en las que la temática religiosa estaba muy enraizada en la sociedad.
En la Biblia, los ángeles servían como enviados de Dios. De hecho, la palabra ‘angelos’ deriva del griego, y significa ‘mensajero’. A parte de eso, las escrituras dejan todavía hoy muchísimo espacio para la interpretación. Y es que, de acuerdo a los expertos, en realidad no existen muchos detalles sobre ellos, y eso es precisamente lo fascinante.
En los primeros días del cristianismo, algunos creyentes consideraban a Jesucristo como uno más de los muchos ángeles que teóricamente existían por aquel entonces. Desde un punto de vista histórico, únicamente conocemos esto por autores posteriores del siglo IV, quienes escribieron algunas descripciones negativas de esta tendencia.
Fue hacia el año 325 cuando Jesús perdió oficialmente su condición de ángel, justo en el momento en el que el emperador romano Constantino I convocó el Concilio de Nicea. En él, los obispos fueron acusados de convertir las aún variadas (y en ocasiones conflictivas) concepciones de Dios, Cristo y el propio cristianismo en una única teología unificada.
En definitiva, el Concilio de Nicea sirvió para definir a Cristo como un ser total y absolutamente divino, como de la misma sustancia que el propio Dios. De esta forma, los cristianos que trabajaron para interpretar los distintos decretos del Concilio, especialmente durante las siguientes décadas, tomaron esto al pie de la letra. Es decir, consideraron que Cristo no era en realidad un ángel; así, en definitiva, los ángeles eran simplemente algo completamente distinto.
Poco después, sobre todo en los primeros siglos de la Iglesia, las diferentes percepciones de los ángeles pueden haber sido tan variadas como las descripciones que se ofrecían del propio Cristo.
Por ejemplo, hacia el siglo IV, un monje asceta y cristiano conocido con el nombre de Evagrio, desarrolló una teoría en la que se explicaba la esencia humana en tres partes: una parte se regía por el apetito, y nos da hambre o sueño (o las ganas de tener sexo). Esta sería la parte más baja. Una segunda parte es una parte emocional, que nos permite enorgullecernos o enojarnos. Y, finalmente, existe una parte racional. Esta última sería la parte que se parece no solo mucho a Dios, sino también a los ángeles.
Casi a la misma vez, el debate giraba sobre a quién servía los ángeles en la Tierra. Por ejemplo, en los primeros monasterios cristianos, muchos ascetas suponían que los estudiantes verdaderamente buenos obtendrían algún tipo de entrenador divino o guía, con el fin de ayudarlos.
Los obispos y otros funcionaros empezaron a asegurar a sus seguidores que todos tenían un ángel guardián. Así, en Egipto, algunos obispos sugirieron que algunos monjes que habitaban en el desierto, que habían renunciado a diferentes placeres mundanos (como la familia o la carne), podrían ser ángeles en la tierra.
Tan pronto como los creyentes cristianos empezaron a ponerse de acuerdo sobre lo que en realidad eran los ángeles, los estudiosos y eruditos comenzaron a debatir acerca de cómo organizar los mensajeros celestiales. La Biblia, por ejemplo, proporciona poca luz acerca de la sociedad angelical. Por ello alrededor del 500 DC se publicó una obra titulada ‘Sobre la Jerarquía Celestial’. No se trataba, es cierto, de una enseñanza oficial de la iglesia, pero sí contribuyó a la belleza del universo de que todos estos niveles distintos de seres eran increíblemente diversos, pero completa y absolutamente interdependientes.
Evidentemente, no todos los ángeles eran verdaderamente angelicales, de acuerdo a las tradiciones cristianas. Ponemos poner como ejemplo el caso del mismo Satanás, que fue un ángel conocido con el nombre de Lucifer.